Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
Espero que disfrutéis de mis escritos.
Atentamente,
Persépolis

jueves, 9 de agosto de 2012


Las crónicas de la Carta. El pringao, la chica y ningún armario.
Un día de algún mes de algún año.
Querido desconocido:

Soy yo otra vez, el pringao que salió con una chica, pero que sólo él sabía que estaba saliendo con ella. La verdad es que me ha costado pasar página, pero lo he conseguido.
Si me he podido recuperar es gracias a la cantidad de veces que he ido al cine este verano. He ido a ver “el origen del planeta de los chinos”, “green pattern” (estampado verde, según mi profe de inglés), “capitana médica” y “car-dos”.
También he ido a la playa. Siendo sincero, ¿para qué os iba a mentir?, eso no me ayudó a superar mi desamor, ya que me encontré a la chica en mi hotel y me dijo que se hospedaba en la habitación 36, la que estaba a mi lado. Justo en ese momento, me di cuenta de que mi vida, era una sucesión de acontecimientos desafortunados. Y creedme cuando os digo que, justo en el momento en el que me quité el bañador en el mar para hacerme el graciosillo, me picó una medusa en ciertas partes que no voy a nombrar debido a la censura. Se me arruinaron las vacaciones y otras cosas.
Cuando llegué al colegio, me di cuenta de lo desgraciado que era. En clase nos pusieron en pupitres de dos y nadie se quiso poner conmigo. A mí no me importó. Podría hacer lo que quisiera y en los trabajos en pareja, no tendría que discutir con mi compañero sobre el tema del trabajo.
Me gustó mi situación durante los primeros cinco minutos, hasta que entró el director y dijo: “¡Tenemos una alumna nueva!” y de repente, detrás de la puerta apareció ella, la chica. Y por si fuera poco, el profesor, muy amable, la acompañó hasta el único sitio libre de la clase, el que estaba a mi lado. “No pasa nada, ignórala” me decía una parte de mí. Otra parte me decía “¡¿Cómo se puede ignorar a una chica que en una escala de belleza del uno al diez tenía un cincuenta?! Y la última parte de mí, simplemente decía “Mecachis en la mar.”
Debido a la llegada de la chica, mi popularidad había bajado de “muy bajo” a “¿existes?”
Así que busqué una manera de hacerme popular. Decidí hacerme la mano derecha del chaval más popular del colegio, Johnny Guay. Daba gusto que antes de conocer su nombre, conocí la marca de sus calzoncillos. Llevaba los pantalones por los suelos, seguro que para cagar, en vez de bajárselos, tenía que subírselos. Ese tío no respeta los límites legales de mostramiento de hucha. Llegué a ser el segundo más popular del colegio. Por ahora me he propuesto que para el resto del curso voy a aprobar todas y voy a jorobar a mi compañera de pupitre, empezando por apañármelas para que se caiga de cabeza en el váter. Las va a pasar canutas.
Con bastante popularidad:

Yo


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