Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
Espero que disfrutéis de mis escritos.
Atentamente,
Persépolis

sábado, 10 de noviembre de 2012


Pringado begins.

Hace mucho tiempo, pero tampoco tanto.
Querida persona a la que no conozco:
Tengo dos cosas importantes que contarte. La primera es en cuestión de amores. Estoy saliendo con una chica... y, la verdad, no sé si romper con ella. Por una parte quiero, porque es fea, pero no fea de “poco agraciada”, sino fea de por qué le habrán echado ácido sulfúrico en la cara. Por otra parte, no quiero, porque es la única que quiere salir conmigo. Y todo se debe a las redes sociales y a la dichosa calva.
Por otra parte, me siento decepcionado. Te seré sincero, he crecido a base de mentiras. El otro día descubrí los orígenes de mi “pringadez”, si esa palabra existe. Todo comenzó por una persona a la que se la conoce por muchos nombres: Pepe Botella, Manolito Gafotas, Chupacabra o como yo le conozco, mi padre.
Él era un tío guay en los 70. Ya sabes, llevaba pelo largo, camisas chillonas pantalones de campana... Hasta que un día, en una excursión del colegio, fue a un laboratorio normal y corriente con rayos láser, rayos gammas, separadores subatómicos, etc. Estaba tonteando con unas animadoras, diciéndoles piropos, levantándolas las faldas... Y de repente, ¡zas! Le mordió a la yugular, en el cuello, un libro radiactivo de matemáticas avanzadas. Al principio no le dio importancia al mordisquito, sólo se estaba desangrando, ¿qué le iba a pasar?
Estuvo durante una semana en la cama con un cacao y un pedo mental impresionante. Su forma de ser guay y su chulería se estaban yendo. Necesitaba utilizar gafas de culo de botella para ver y, cuando veía un libro de mates, sentía la necesidad de resolver sus ecuaciones. Al ver que no podía controlar ese poder, descubrió en la biblioteca (había que ser muy pringado en aquella época para ir a la biblioteca), que los poderes descontrolados se podían controlar con el kung-fu. Decidió marcharse al Tíbet, en vez de a la mili, para aprender kung-fu. Pero como el Tíbet quedaba un poco lejos, decidió marcharse a Somosierra, que estaba más cerca.
Tras dos semanas de aprendizaje, que eso para los adolescentes es como cuatro meses, decidió ayudar a gente como él con sus poderes, en una sociedad que se regía por el maltrato de los menores, el contrabando y la falsificación, es decir en el instituto, que se regía por el abuso de pelotas y abusones hacia los empollones y pringados, el contrabando de chicles y la falsificación de notas.
Después de pensarlo detenidamente y decidir ayudar a los demás, se fue al chino y se compró un traje feo del carajo. Salió en busca de aventuras. Durante unas semanas estuvo bien, ayudó a que medio curso aprobara matemáticas, ciencias, sociales y muchas más.
Pero el pobre hombre, se sentía solo. Los superhéroes no pueden tener novias debido a un rollo que tienen con los villanos y sus novias o algo por el estilo. Así que para controlar la hormona se enamoró de sí mismo. Se mandaba mensajitos, se llamaba (al fijo o al móvil), aunque a veces se hacía el interesante, se llamaba y no se lo cogía. Él no necesitaba que nadie le dijera si le atraía o no, eso ya se lo decía él solito.
Pero todo superhéroe tiene un villano, y el villano de mi padre era el capitán del equipo de lucha libre. Un día decidieron acabar con su rivalidad y dejar claro quién mandaba. Quedaron en el patio trasero del instituto y empezaron a pelear. Puñetazo, patada, puñetazo, patada y entonces ¡toma! Un golpe letal en la entrepierna. ¡Menuda paliza le habían dado a mi padre! Aquel día mi padre dejó de ser superhéroe. Conoció a mi madre y ahora viven felices. Pero yo me siento orgulloso de él. Gracias a mi padre, los pringados pueden pasar a las cafeterías de los institutos, a los autobuses escolares y pueden intentar ligar aunque las chicas les desprecien.
Firmado con orgullo:
El hijo del super-pringado.
P.D: Yo también tengo superpoderes. Por si a alguna chica le interesa.