Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
Espero que disfrutéis de mis escritos.
Atentamente,
Persépolis

jueves, 10 de enero de 2013


Mi Navidad en 2025.
2025, prácticamente tenía la vida perfecta. Vivía en Nueva Zelanda, en una casa en mitad de un bosque. Había tenido suerte, puesto que mi sueño de ser filólogo y trabajar en una universidad se había hecho realidad, y yo sólo tenía veintisiete años. Estaba saliendo con una chica llamada Carla desde hacía varios meses. Era una chica maja, guapa, lista, divertida... en definitiva, estaba buena y era lista. Me enamoré de ella en el mes de Septiembre.
Aquí, en Nueva Zelanda, en Septiembre es primavera, con lo cual las Navidades caen en verano. En un principio, creía que eso iba a ser bueno, bañarnos en el mar y abrir los regalos, comer unas hamburguesas hechas en la  barbacoa y brindar con champán en el Año Nuevo... pero mis primeras Navidades allí no fueron como yo esperaba.
Digamos que en estos últimos dos años no he tenido unas buenas Navidades. En 2023 yo estaba estudiando filología en Inglaterra, mi familia vino a cenar por Navidad, y al final no comieron nada.  Por mi parte he de decir que cocino bastante bien, pero el problema es que no hay quién se coma la comida inglesa. En 2024 acabé la carrera y me mudé a Noruega. Allí decidí ir a esquiar el día de Nochebuena y hubo una nevada muy fuerte que a mí me pilló en medio de la montaña. Aquella noche la pasé metido entre la nieve, hasta que un San Bernardo me encontró y me llevó al refugio. Cuando volví a mi casa, vi que mi madre me había mandado un mensaje diciendo que no habían cogido el vuelo que les traería a Noruega porque lo habían cancelado debido a la tormenta. Después de esto me mudé a Nueva Zelanda, donde no había tormentas de nieve, ni la comida era mala.
Me había instalado en la casa del bosque hacía bastante poco y le había pedido a mi novia, Carla, que se viniera a vivir conmigo, pero ella quería que antes la presentara a mis padres. Así que una tarde llamé a España, con el firme propósito de que mi familia viniera por Nochebuena.
-Hola mamá... Sí, sí, claro que estoy bien... ¿Os apetecería venir a cenar esta Nochebuena conmigo?... No, en Nueva Zelanda no hay tormentas de nieve... ¿Qué si quiero que traigas algo? Pues no sé... ¡¿Pero cómo vas a traer un pavo?! Pero mamá, que estamos a treinta grados por la noche... Yo no vivo en sitios raros... Bueno Inglaterra no es un país muy normal... Sí, ya sé que Noruega también... Que sí mamá, que lo que tú digas, puedes traerte a toda la familia... Ten en cuenta el cambio de hora cuando vayas a coger los billetes-¿por qué cuando uno se independiza, las madres se vuelven insoportables? Aquella conversación me estaba poniendo nervioso así que decidí poner en práctica el truco de la batidora. Mientras hablábamos  fui a la cocina y enchufé la batidora-¿Qué dices mamá? Lo siento, no te oigo, creo que te pierdo... ¿mamá?-y una vez dicho esto, encendí la batidora y coloqué a su lado el móvil. Acto seguido, colgué.
Dos días antes de Navidad, descubrí que mi novia era una friki del Señor de los Anillos, porque me llevó al parque de Nueva Zelanda donde se pueden visitar los escenarios de las películas. Cada vez estaba más enamorado, con lo difícil que es encontrar una chica a la que le guste el Señor de los Anillos. Lo que me pareció raro era que, una vez allí, me dijo que ella celebraba las Navidades de una forma especial.
Por fin llegó el día de Navidad. Primero llegó mi familia: mi madre, algo enfadada conmigo (se me había olvidado que el truco de la batidora lo inventó ella); mi padre, deseando conocer a Carla; mi abuela, que traía turrón sin azúcar; mi tía, con la típica piña que siempre trae a las cenas familiares y que nos comemos por no decepcionarla; mi hermano, pegado al iPhone 20, etc. Después llegó mi novia y entonces me di cuenta de a qué se refería cuando dijo que celebraba las Navidades de forma especial. Mi novia era demasiado friki del Señor de los Anillos, ya que había venido disfrazada de elfa o de enana o algo parecido.
Cuando la presenté a la familia, mi abuela pensaba que era una loca que se había fugado del manicomio, mi padre en cambio me puso cara de Clint Eastwood y me dijo que saliera al jardín. Yo salí cabizbajo y él con un enfado de “aquí te pillo, aquí te mato”.
-¿Sabes que tu novia ha venido disfrazada de elfa?
- No es por llevarte la contraria, papá, pero creo que ha venido disfrazada de hobbit-En la vida llega un momento en el que uno se hace hombre y planta cara a su padre, lamentablemente ese momento no llegó. Mi padre me dio un guantazo o como yo lo llamo “torta preventiva”-¡Ay! ¿Por qué me das? Si yo no he hecho nada...
-Para cuando lo hagas-y dicho esto se fue al salón. Es obvio por qué lo llamo torta preventiva ¿no? El resto de la velada fue normalita, nos comimos la odiosa piña de mi tía, pusimos a mi abuela el culebrón al que está enganchada desde que... no sé si los dinosaurios existían cuando ella se enganchó al culebrón, mi hermano pegado al móvil, mi padre enfadado y para colmo mi novia se puso a cantar un villancico en élfico. Creo que no volveré a tener una Navidad normal en la vida.

En el nombre del padre, del hijo, del pringado máximo, amén.

Hace poco, no más de un siglo.
A/A Don Benedicto XVI, actual papa en el Vaticano, en alguna parte de Italia, (¿Tú no serás el desconocido, verdad?)
Yo, pringado y marginado social, alumno del instituto público de Villa Conejos, solicito mi admisión en la Iglesia Católica, como buen protestante que soy, tras haber sido excomulgado un día de Marzo de 2007.
Quiero conocer las razones por las cuales el padre Mateo Rezocomonadie, de la parroquia de Villa Conejos me excomulgó. Contaré lo sucedido para que sepa la versión de los hechos de cada uno:
Llegó el día de mi primera comunión. Yo llegué a la parroquia vestido de marinero. Parecía Popeye, sólo me faltaba la pipa y los músculos.
Cuando llegó mi turno, me situé junto al padre Mateo, me miró y me preguntó si quería ser cristiano, a lo que yo respondí que no, que prefería ser Messi. Acto seguido, me dijo que me iba a dar una hostia consagrada:
-Tranquilo, padre, a ver si el que le va a pegar voy a ser yo-le advertí. Y así toda la ceremonia. Así que me acabó echando a patadas de la parroquia. Y al final no me regalaron nada, ni la Wii, ni un móvil, ni una chocolatina... Lo único que me regalaron fue el libro “Los pilares de la Tierra.”
Yo me acordé hace unos días de la excomulgación porque se me cayó el libro “Los pilares de la Tierra” encima. Llamaron a los bomberos para que me quitaran el libro de encima, y uno de ellos me dijo que si me lo quería leer. ¡Pero qué locuras decía ese hombre! Si a mí “El Principito” todavía me parece largo. En fin, que durante las tres horas que tardaron los bomberos en quitarme el libro estuve pensando la razón por la cual me habían expulsado de la Iglesia Católica, y de verdad no lo sé.
Espero recibir una carta suya explicándome las razones de mi excomunión y si me aceptarían otra vez en la Iglesia Católica. Se despide atentamente:
Un chaval aplastado por un libro.