Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
Espero que disfrutéis de mis escritos.
Atentamente,
Persépolis

martes, 9 de julio de 2013


Escena 1: Heridas que te quitan la memoria.
A través de la ventana del salón se veía la noche oscura de Madrid. Las farolas emitían una luz amarillenta que iluminaba las calles de la ciudad por donde circulaban trabajadores cansados, jóvenes universitarios que habían finalizado las clases o ancianos que daban un paseo acompañados de sus mascotas.
Sin embargo Aylin Adams se hallaba sentada en el sofá del salón de su casa sin mirar a través de la ventana. Estaba corrigiendo los exámenes de la universidad, ya que ella era historiadora y trabajaba allí, mientras escuchaba música clásica. Eso la relajaba y la ayudaba a concentrarse. De repente algo rompió su concentración. Un sonido en la puerta retumbó por el silencio de la casa.
Aylin se levantó, salió al pasillo, llegó al vestíbulo y abrió lentamente la puerta. Fuera la esperaba un hombre de estatura media, con el pelo corto, pálido, ojeras y con una herida en el costado derecho que sangraba intensamente. El hombre balbuceó algo y acto seguido se cayó sobre Aylin, que trató de sostenerlo.
-¡Spoore!-gritó asustada. Spoore era su amigo, un detective privado que vivía con ella. Bueno, más bien ella vivía con él, ya que la casa inicialmente era de él pero ella se mudó.
Spoore apareció en el rellano de la puerta tranquilo, sin perder los nervios. Cogió al hombre en brazos y lo llevó al salón. Lo tumbó sobre la mesa de madera de caoba y tirando algunas cosas al suelo. Le desabrochó la camisa y le pidió a Aylin que taponara la herida con la mano. Spoore subió corriendo las escaleras y al cabo de unos segundos ya estaba de vuelta, llevando consigo un maletín de primeros auxilios.
-¿Desde cuándo tiene un botiquín de primeros auxilios?-preguntó Aylin asombrada.
-Siempre me ha parecido una buena idea tenerlo-respondió Spoore, examinando la herida-. Por suerte es un navajazo y no parece que haya hemorragia interna. Simplemente tendré que cosérsela.
-¿Pero sabe hacerlo?-preguntó Aylin cada vez más alarmada. Esta vez Spoore sí la miró, arqueando una ceja. Aylin tragó saliva.
-¿Duda de mí?-a Spoore le había dado otro ataque de modestia.
El detective se volvió a concentrar en la herida. El hombre gimió cuando Spoore empezó a coserle la herida. Aylin le metió un trapo en la boca al ver que el dolor se le hacía insoportable. Cuando el detective acabó, tenía el chaleco negro manchado de sangre, al igual que las manos. Aun así cogió al hombre y lo tumbó en el sillón junto al sofá donde Aylin había estado corrigendo.
Spoore fue a lavarse y cuando volvió vio que el hombre recobraba el sentido decidió averiguar algo sobre él.
-¿Cómo se encuentra?
-¿Quién es usted?-el herido parecía desorientado, asustado, como si viniera de otro planeta y estuviera explorando nuestro mundo.
-Me llamo Dorian Spoore, soy detective y ella es mi amiga Aylin-explicó Spoore-. Le han herido de un navajazo y nosotros le hemos curado.
El hombre movió la cabeza desconcertado y abrió la mano. En ella había un papel, un recorte de periódico en el que un enorme círculo de tinta rodeaba el anuncio de Spoore. Spoore lo examinó. Obviamente el herido había llegado a su destino.
-¿Por qué no recuerdo nada? Intento ver mi pasado pero no hay nada, sólo negro. Me suena el nombre de Arturo... pero no sé si soy yo o es otra persona...
-Bueno, por el momento te llamaremos así-dijo Aylin dulcemente. Arturo le dedicó una pequeña sonrisa.
Spoore se fijó en un papel que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Lo cogió y lo leyó. Era un tiquet de una cafetería, concretamente una cafetería que no había muy lejos de allí. Spoore vio que también tenía una servilleta de la cafetería con un número de teléfono.
-Escúcheme, a ver si puede recordar algo. Aquí tengo el nombre de una cafetería en la que ha estado hace escasos minutos, a las ocho y media. Ha pedido un café con hielo y un donut. Por el número de teléfono en la servilleta, deduzco que estuvo hablando con una mujer por la que se sentía atraído pero luego pensó que no merecía la pena y se limpió con la servilleta sin darse cuenta de que ahí estaba el teléfono-el increíble detective lo había vuelto a hacer, había vuelto a utilizar sus poderes de deducción para averiguar algo más sobre aquel hombre.
-Lo siento, pero no recuerdo nada-Arturo había apretado los ojos fuertemente, como si le costara un gran esfuerzo recordarlo todo- ¡Espere! Recuerdo la cafetería y recuerdo un coche acercándose a la acera... y ya está. No recuerdo nada más.
Spoore asintió con la cabeza. Obviamente había un misterio que resolver. Spoore sonrió feliz. Tenía trabajo y no había nada que le gustara más.