Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
Espero que disfrutéis de mis escritos.
Atentamente,
Persépolis

miércoles, 29 de julio de 2015

Nina y Bo

Hola, soy Bo y no sé cuantos años tengo.  Que yo recuerde, existo desde siempre. Vivo en un planeta muy pequeño y, con la ayuda de mi escoba, barro las estrellas que caen en él. No es muy difícil devolverlas al cielo, basta con darles una patada y se van haciendo ¡FRRR! 
He limpiado todas las estrellas del universo menos una, mi favorita. Es la estrella más brillante de todas y siempre está en el cielo sin moverse. Me encanta pensar que le gusta verme limpiar.
Un día estaba barriendo y me di cuenta de que mi estrella no estaba. En su lugar vi un rayo  de luz blanca que cayó en mi planeta desordenando todo lo que había limpiado. Nunca había visto nada igual, así que me acerqué a ver que era. Caminé bastante hasta llegar a ella y entonces me encontré con la estrella más bonita que había visto jamás. Era una estrella muy rara. ¡Se parecía a mí! Ella se levantó y me miró. Creo que yo también le parecí raro, porque alargó la mano y tocó mi nariz con su dedo. Yo no quise ser mal educado, así que hice lo mismo que ella y después de  este saludo le pregunté:
—¿Eres una estrella?
—Sí, me llamo Nina. ¿Y tú? —preguntó ella.
—Yo me llamo Bo —le dije muy contento.
—Hola, Bo. ¿Tú también eres una estrella? —me preguntó. 
—Mmm… pues no lo sé. Yo no brillo como tú. Yo solo barro —contesté yo. 
—A lo mejor eres una estrella barredora —dijo ella mientas miraba mi escoba
—¿Y por qué no brillo como tú? —pregunté interesado.
—No lo sé —dijo ella encogiendo los hombros.
Puede que fuera un comienzo un poco extraño, pero así es como Nina y yo empezamos a ser muy mejores amigos. Nina era muy simpática. Como no tenía a donde ir decidió quedarse conmigo. Siempre que yo barría, ella escuchaba las historias de las demás estrellas. Yo no oía nada pero, como Nina era especial, sabía que las entendía.
Cuando descansábamos ella me contaba los sitios en los que ella y las demás estrellas habían estado. Decía que había muchos más planetas llenos de gente además de este. Yo no sabía si creérmelo. Si hubiera habido más gente en otros sitios, estoy seguro de que habrían venido a ayudarme con mi trabajo hace mucho tiempo. 
Nina siempre parecía contenta, pero había noches en las que la escuchaba llorar. Creo que era por su luz. Cada día que pasaba Nina se parecía más a mí que a una estrella. Su luz se apagaba.
Un día le pregunté qué le pasaba y ella se quedó mirando al cielo con ojos tristes sin responderme. Creo que quería volver a volar. Como no sabía que hacer seguí con mi trabajo. 
Cuando acabé fui a ver a Nina pero ya no estaba allí. Noté que el viento soplaba muy fuerte y a lo lejos vi como un gran tornado se la llevaba. Empecé a llorar y a perseguirlo pero ya estaba muy lejos. Nina se había ido de mi planeta. 
Muy triste cogí un trozo de papel de mi cuarto de limpieza y fabriqué un avión con él. Lo lancé al cielo y me agarré a sus alas a tiempo. Iba a encontrar a Nina como fuera.
Fui de planeta en planeta buscándola y descubrí que todas las historias que Nina me había contado eran verdad. Eso me hacía echarla mucho más de menos. Los habitantes de los planetas que visitaba siempre me preguntaban por qué la buscaba: 
—¡Es una estrella! —decían— Un día vienen y  al otro se van. ¡No la encontrarás! ¿Por qué la buscas?
Yo siempre les contestaba lo mismo: 
—Hay muchas estrellas en el cielo, pero Nina es especial. Ella es mi muy mejor amiga. ¡Tengo que encontrarla!
Un día llegué a un planeta desierto. Allí me senté y comencé a llorar de nuevo. No había llorado desde que Nina había desaparecido, pero estaba tan cansado y tan triste porque sabía que ella no iba a volver, que no pude  evitarlo.
De repente escuché algo a lo lejos. Al principio creí que era el eco de mis lloros. Pero los que sonaban eran muy agudos y parecían de niña, así que decidí ir a explorar. Seguí los llantos hasta que llegué a una cueva donde brillaba una luz. Entré en ella y me encontré a una niña muy brillante llorando en un rincón. ¡Era Nina! Ella al verme me abrazó súper fuerte:
—¡Bo! ¡Qué miedo he pasado! —dijo ella.
—¡Nina! ¿Estás bien? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste solo? —le pregunté un poco enfadado.
—Yo no quería irme, Bo, pero soy una estrella y las estrellas no podemos quedarnos en el mismo sitio mucho tiempo. Si lo hacemos nuestra luz se apaga y nos convertimos en humanos.
—Pero, Nina, cuando tú caíste en mi planeta ya te parecías mucho a mí. Tú no eres una estrella normal —le contesté yo muy preocupado.
—Eso es porque he estado mucho tiempo viéndote desde el cielo. Mis amigas caían siempre en tu planeta y estaban contigo, pero yo no quería que me enviaras al espacio otra vez. Yo quería quedarme contigo en tu planeta y ayudarte en tu trabajo. Parecías tan solo siempre… Y un día de repente cambié y caí en tu planeta. Llevaba tanto tiempo viéndote trabajar que me había convertido en algo parecido a ti. Pero desde entonces no he dejado de cambiar. Cada día que pasa soy menos estrella —dijo muy triste.
—¿Qué podemos hacer Nina? —le pregunté asustado—Yo no quiero que te vayas. 
—Y no me iré para siempre, Bo. De vez en cuando tendré que marcharme pero siempre volveré para acompañarte y estar contigo. Te lo prometo.
Y después de otro gran abrazo nos subimos en el avión de papel y volvimos a casa. Desde entonces Nina está conmigo siempre que puede. Muchas veces se va mucho tiempo, pero siempre vuelve como me prometió. Cuando Nina no está me tumbo en el suelo todas las noches y miro las demás estrellas. Todas son preciosas y muy brillantes pero no tanto como mi muy mejor amiga. Ella es la más brillante de todas.

Relato escrito por Lucía en colaboración conmigo. Gracias por soñar conmigo.







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