Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
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Atentamente,
Persépolis

sábado, 28 de septiembre de 2013

Dorian Spoore y el misterio del hombre sin pasado. Escena 5: Un culebrón para Spoore.


Aylin se despertó en el hospital. Se había quedado dormida mientras esperaba a que Máximo se recuperara. Miró al herido. Estaba en la cama, con el torso desnudo y vendado y unos tubitos que se adentraban en su nariz para permitirle respirar mejor. De repente, Máximo abrió los ojos. Miró a su alrededor, intentando averiguar dónde estaba.
—¿Dónde estoy? ¿Dónde está Rosa? —preguntó Máximo alarmado.
—Tranquilo, estás en el hospital. Te desmayaste en el escenario del accidente. Rosa ha ido a tomarse un café y al interrogatorio de la policía. Supongo que después de lo que Spoore les contó, te querrán interrogar a ti también —le informó Aylin. Máximo parecía desorientado—. ¿No recuerdas nada?
—Fragmentos... Ya no sé qué forma parte de mi pasado y qué forma parte de mi imaginación. En la escena del crimen, los recuerdos me atacaron. Me acuerdo de parte de mi infancia, mi juventud... pero los que más me llamaron la atención fueron los más recientes. Vi a Fernando en ellos. No estoy seguro, pero creo que yo era drogadicto y que él me ayudó a superar mi adicción —dijo Máximo con dificultad, como si las palabras se resistieran a salir de su boca por miedo a llegar al exterior.
Aylin se fijó en los brazos de Máximo y vio dos pequeñas cicatrices en el comienzo del antebrazo. Aylin había visto muchas como esas cuando había acompañado a Spoore a la rehabilitación por su problema del alcoholismo. Apretó los dientes, recordando todos aquellos malos momentos. No podía seguir en aquella sala. Vio sufrir mucho a Spoore por culpa del alcohol y no quería ver a Máximo sufrir por las drogas. Se levantó y salió de la habitación.
Máximo se quedó solo y en silencio, mirando al techo, sin pensar en nada.

***

El teléfono de Spoore sonó en medio del teatro. Los actores, que todavía estaban ensayando, se quejaron. Spoore levantó una mano para pedir perdón y descolgó. Era Aylin la que llamaba. Se la oía preocupada, como al borde del llanto.
—Aylin, ¿ha despertado ya? —comenzó Spoore.
—Es drogadicto, Spoore, Máximo es drogadicto —le cortó ella. Spoore comprendió lo que le pasaba a Aylin. Cuando él había ido a rehabilitación, Aylin se había metido en un ambiente muy duro junto a él. No solo había visto a Spoore en un estado lamentable, sino que había visto a tantas personas sufrir, enloquecer e incluso morir en el proceso, que cualquier otro contacto con drogadictos podía hacerle pasar un mal rato. Tal vez, al recordar todos esos momentos, estuviera sufriendo un ataque de ansiedad.
—Tranquila, cálmate. Me tienes aquí. Cuéntame lo que ha pasado.
—Máximo ha recuperado sus recuerdos y me ha contado que Fernando le ayudó a salir de las drogas —dijo Aylin, intentando calmarse y respirar hondo.
—Ven aquí, al teatro. Estarás mejor que en el hospital —le aconsejó Spoore.
Aylin colgó. Spoore guardó su teléfono móvil en el bolsillo y se dio cuenta de que ni Rebeca ni Roberto estaban en el escenario. Se fue a los camerinos a buscarlos. Quería hablar con ellos para conseguir algo de información. Recorrió varios pasillos observando las puertas viejas y sucias. Acercó el oído a una puerta y oyó voces dentro del camerino. La puerta estaba cerrada con llave, pero al ser antigua, la llave se podría conseguir fácilmente. Cogió un pañuelo de su bolsillo que deslizó bajo la puerta. A continuación, con una navaja que guardaba siempre en su chaqueta empujó la llave a través de la cerradura y cayó sobre el pañuelo. Spoore recogió el pañuelo y la llave. Abrió la puerta y pilló desprevenidos a Roberto y Rebeca, que discutían enérgicamente. Cuando se dieron cuenta de que Spoore los miraba desde el rellano de la puerta, se irguieron asustados. Ambos estaban pálidos.
—Ya sabía yo que las cosas no iban bien entre vosotros dos. ¿Quién engañó a quién?, o mejor dicho, ¿con quién engañó Rebeca a Roberto? ¿Con Fernando? —preguntó Spoore recordando el gesto resignado de Roberto cuando Rebeca habló de su amistad con Fernando.
—Fernando era mi mejor amigo y me robó a mi novia, la única persona a la que amaba en el mundo —se excusó Roberto.
—¡Fernando lo único que quería era robarme! —exclamó furiosa Rebeca—. Cuando quise darme cuenta, me había robado la tarjeta de crédito y mi número secreto. Iba a dejarme sin dinero.
—¡Eso te pasa por...!
—Bueno, tranquilo. No hay que insultar a nadie —cortó Spoore a Roberto antes de que insultara a la mujer—. Gracias a esta pequeña riña todos hemos aprendido una valiosa lección. Vosotros dos habéis visto que no podéis fiaros ni de vuestra sombra y yo he aprendido que ambos tenéis un móvil para haber cometido un asesinato.
Spoore salió del camerino con las manos en los bolsillos y el bastón bajo el brazo. Los dos actores se quedaron solos en el cuarto, en silencio, ya que ninguno de los dos se atrevía a decir una palabra.
Spoore volvió de nuevo a la parte trasera del escenario. Decidió pasearse por allí, fuera de  las luces, en la oscuridad, con el fin de conseguir una mejor concentración. De repente pisó un tablón de madera que estaba suelto. Spoore miró hacia abajo y se agachó. Retiró el tablón del suelo y vio con asombro que el hueco del suelo estaba lleno de fotos de Fernando con Máximo y otras con su hermana, Rosa. Cogió su teléfono y llamó a Aylin rápidamente:
—Aylin, ¿dónde está Rosa?
Si Rosa aparecía en las fotos, tal vez ella también estuviera en peligro.


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