Aylin se despertó en el hospital. Se
había quedado dormida mientras esperaba a que Máximo se recuperara. Miró al
herido. Estaba en la cama, con el torso desnudo y vendado y unos tubitos que se
adentraban en su nariz para permitirle respirar mejor. De repente, Máximo abrió
los ojos. Miró a su alrededor, intentando averiguar dónde estaba.
—¿Dónde estoy? ¿Dónde está Rosa? —preguntó
Máximo alarmado.
—Tranquilo, estás en el hospital. Te
desmayaste en el escenario del accidente. Rosa ha ido a tomarse un café y al
interrogatorio de la policía. Supongo que después de lo que Spoore les contó,
te querrán interrogar a ti también —le informó Aylin. Máximo parecía
desorientado—. ¿No recuerdas nada?
—Fragmentos... Ya no sé qué forma parte
de mi pasado y qué forma parte de mi imaginación. En la escena del crimen, los
recuerdos me atacaron. Me acuerdo de parte de mi infancia, mi juventud... pero
los que más me llamaron la atención fueron los más recientes. Vi a Fernando en
ellos. No estoy seguro, pero creo que yo era drogadicto y que él me ayudó a
superar mi adicción —dijo Máximo con dificultad, como si las palabras se
resistieran a salir de su boca por miedo a llegar al exterior.
Aylin se fijó en los brazos de Máximo y
vio dos pequeñas cicatrices en el comienzo del antebrazo. Aylin había visto
muchas como esas cuando había acompañado a Spoore a la rehabilitación por su
problema del alcoholismo. Apretó los dientes, recordando todos aquellos malos
momentos. No podía seguir en aquella sala. Vio sufrir mucho a Spoore por culpa
del alcohol y no quería ver a Máximo sufrir por las drogas. Se levantó y salió
de la habitación.
Máximo se quedó solo y en silencio,
mirando al techo, sin pensar en nada.
***
El teléfono de Spoore sonó en medio del
teatro. Los actores, que todavía estaban ensayando, se quejaron. Spoore levantó
una mano para pedir perdón y descolgó. Era Aylin la que llamaba. Se la oía
preocupada, como al borde del llanto.
—Aylin, ¿ha despertado ya? —comenzó
Spoore.
—Es drogadicto, Spoore, Máximo es
drogadicto —le cortó ella. Spoore comprendió lo que le pasaba a Aylin. Cuando
él había ido a rehabilitación, Aylin se había metido en un ambiente muy duro
junto a él. No solo había visto a Spoore en un estado lamentable, sino que
había visto a tantas personas sufrir, enloquecer e incluso morir en el proceso,
que cualquier otro contacto con drogadictos podía hacerle pasar un mal rato.
Tal vez, al recordar todos esos momentos, estuviera sufriendo un ataque de
ansiedad.
—Tranquila, cálmate. Me tienes aquí.
Cuéntame lo que ha pasado.
—Máximo ha recuperado sus recuerdos y
me ha contado que Fernando le ayudó a salir de las drogas —dijo Aylin,
intentando calmarse y respirar hondo.
—Ven aquí, al teatro. Estarás mejor que
en el hospital —le aconsejó Spoore.
Aylin colgó. Spoore guardó su teléfono
móvil en el bolsillo y se dio cuenta de que ni Rebeca ni Roberto estaban en el
escenario. Se fue a los camerinos a buscarlos. Quería hablar con ellos para
conseguir algo de información. Recorrió varios pasillos observando las puertas
viejas y sucias. Acercó el oído a una puerta y oyó voces dentro del camerino.
La puerta estaba cerrada con llave, pero al ser antigua, la llave se podría
conseguir fácilmente. Cogió un pañuelo de su bolsillo que deslizó bajo la
puerta. A continuación, con una navaja que guardaba siempre en su chaqueta
empujó la llave a través de la cerradura y cayó sobre el pañuelo. Spoore
recogió el pañuelo y la llave. Abrió la puerta y pilló desprevenidos a Roberto
y Rebeca, que discutían enérgicamente. Cuando se dieron cuenta de que Spoore
los miraba desde el rellano de la puerta, se irguieron asustados. Ambos estaban
pálidos.
—Ya sabía yo que las cosas no iban bien
entre vosotros dos. ¿Quién engañó a quién?, o mejor dicho, ¿con quién engañó
Rebeca a Roberto? ¿Con Fernando? —preguntó Spoore recordando el gesto resignado
de Roberto cuando Rebeca habló de su amistad con Fernando.
—Fernando era mi mejor amigo y me robó
a mi novia, la única persona a la que amaba en el mundo —se excusó Roberto.
—¡Fernando lo único que quería era
robarme! —exclamó furiosa Rebeca—. Cuando quise darme cuenta, me había robado
la tarjeta de crédito y mi número secreto. Iba a dejarme sin dinero.
—¡Eso te pasa por...!
—Bueno, tranquilo. No hay que insultar
a nadie —cortó Spoore a Roberto antes de que insultara a la mujer—. Gracias a
esta pequeña riña todos hemos aprendido una valiosa lección. Vosotros dos
habéis visto que no podéis fiaros ni de vuestra sombra y yo he aprendido que
ambos tenéis un móvil para haber cometido un asesinato.
Spoore salió del camerino con las manos
en los bolsillos y el bastón bajo el brazo. Los dos actores se quedaron solos
en el cuarto, en silencio, ya que ninguno de los dos se atrevía a decir una
palabra.
Spoore volvió de nuevo a la parte
trasera del escenario. Decidió pasearse por allí, fuera de las luces, en la oscuridad, con el fin de
conseguir una mejor concentración. De repente pisó un tablón de madera que
estaba suelto. Spoore miró hacia abajo y se agachó. Retiró el tablón del suelo
y vio con asombro que el hueco del suelo estaba lleno de fotos de Fernando con
Máximo y otras con su hermana, Rosa. Cogió su teléfono y llamó a Aylin
rápidamente:
—Aylin, ¿dónde está Rosa?
Si Rosa aparecía en las fotos, tal vez
ella también estuviera en peligro.