Bienvenidos al Rincón de la Pluma

Queridos lectores:
Bienvenidos al rincón de la pluma, en el que yo (Julio San Román) colgaré mis historias y fantasías de vez en cuando.
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Persépolis

miércoles, 21 de agosto de 2013

Los Guardianes de Eridna.


Los reinos de Eridna.
Es bastante complicado definir a Eridna. Para muchos es una leyenda, para otros simplemente es un cuento, y siempre hay alguien que cree que es verdad. La historia de Eridna comienza con la creación del mundo. Sus habitantes creen que fue creado por Orhún, el dios sol. La leyenda cuenta que, tras crear el mundo, Orhún cogió parte de su casco y creó a Iruna, la diosa luna de la inteligencia, cogió parte de su armadura y creó a Varuna, la diosa luna de la fuerza, y cogió parte de su corazón y creó a Deruna, la diosa luna de la pureza. Los cuatro juntos consiguieron crear a los seres vivos, como las plantas, los animales, los humanos... Cuando finalizaron el trabajo, se dieron cuenta de que entre todo eso habían creado la vida, pero también habían creado algo muy poderoso que era capaz de acabar con ella, una fuerza que ellos mismos denominaron como “la Sombra”. Tras una épica batalla en la que intentaron someterla, la Sombra quedó atrapada en un túnel que llegaba hasta las entrañas del mundo, sellado con una puerta de piedra negra. Los dioses, temiendo que la Sombra pudiera volver, le otorgaron el poder de gobernar el mundo y vigilar esa puerta a unos seres divinos elegidos por su inteligencia, su fuerza y sobre todo, por su pureza, que serían conocidos como los “Guardianes”. Así fue como comenzó la “Primera Era”, con el reinado de un dragón dorado. Los siglos se sucedieron, pasando así la “Segunda Era”, la “Tercera”, la “Cuarta” y así hasta la “Séptima”. La “Séptima Era” es conocida como la era oscura, ya que la Sombra consiguió escapar de su prisión. La Sombra creó a sus propios guardianes, comenzando una interminable guerra contra los guardianes que optaban al trono.
Actualmente, Eridna está dividida en ocho reinos: El Reino del Norte, gobernado por el Rey Elsworth, corazón de hielo; el Reino de Arena, gobernado por Mo, criatura dorada; los Bosques del Norte, gobernados por Afrälth, el ciervo blanco; los Bosques del Sur, gobernados por Lee Scorgasson, el hombre conejo; la Isla Morada, gobernada por Colibrí, la princesa emplumada; las Tierras de Ceniza, gobernadas por Rapto Denar, el hijo de la Sombra; el Reino de Cristal Negro, gobernado por Zafrina, la reina Cuervo; y por último, las Montañas Aladas, las cuales no tienen ningún líder, ya que la Sombra se encargó de aniquilar a todos los dragones del mundo.




Parte 1: Hielo abrasador.

Prólogo:
            «Lo primero que recuerdo es la luna, un gran círculo dibujado en el cielo, rodeado por puntitos brillantes a su alrededor. Era una noche magnífica. Estaba tumbado en la nieve, intentaba levantarme pero era imposible, tenía algo sobre mí que me lo impedía. Era enorme y escamoso y obviamente estaba muerto. Cada vez tenía más frío, era algo insoportable. Me dolía el pecho. Conseguí levantar una mano y me toqué el pecho. Miré mi mano y vi que estaba manchada de sangre. No sólo tenía heridas en el pecho, la mejilla me escocía y con la lengua saboreaba la sangre que salía de mi labio. Volví a poner mi mano sobre mi pecho y encontré aquello que me había producido mis heridas. Tenía una daga clavada en mi pecho. Rodeé su empuñadura con mis fríos y largos dedos y tiré de ellas con las pocas fuerzas que me quedaban. La daga salió de mi pecho y todo se volvió negro. Después de esto, volví a nacer.»
*          *          *
            Hacía mucho viento en el Reino del Norte. Afortunadamente los leones albinos del hielo no tenían frío. El frío era su naturaleza.
Los leones albinos eran enormes felinos blancos con cuatro inmensas y fuertes garras, capaces de destrozar cualquier material. Normalmente los leones tienen grandes melenas, pero en este caso sólo su rey o como ellos lo llamaban, su Dal, era el que tenía melena. Cada león albino comenzaba a adiestrarse para la guerra a los pocos meses de nacer, cuando aprendían a andar. Cuando finalizaban su entrenamiento su función era defender su reino, y para ello creaban poderosas armaduras de hierro celestial, un metal irrompible.
Aquel día los leones habían salido a buscar algo. Ni siquiera ellos sabían lo que buscaban. Hacía unas horas habían visto en el cielo un destello azul que había caído en el hielo.
Una leona se aventuró por un paso helado al que nadie se aventuró nunca a explorar. La leona era joven, apenas habría cumplido los diez años. Normalmente, los leones se consideraban adultos a los quince años y hasta esa edad, debían obedecer a los leones adultos, pero aquella leona era rebelde y su espíritu de aventurera nunca cesaba.
La joven leona, llamada Wina, cruzó varios túneles de hielo. Cuando temió haberse perdido, vio una cámara de hielo azul que estaba iluminada por una luz azul. Wina se acercó al centro de la sala y miró a su alrededor. Aquella sala no estaba hecha de hielo, sino de zafiro. En el centro vio un paquete envuelto en una tela azul. La leona destapó el paquete y vio que en su interior no había una caja o un cofre como ella había supuesto, sino que había un bebé. El bebé tenía entre sus manos una daga plateada. La leona rugió y su rugido se escuchó por todo el Reino del Norte.
Una hora después la sala estaba ocupada por Wina, el Dal Imur, el rey de los leones y el Rey del Reino del Norte, el Rey Elsworth, que era un humano con una pequeña barba blanca, grandes cejas blancas y el resto de su cara eran básicamente arrugas. Sus pequeños ojos eran grises y estaban ocultos por sus cejas y por las ojeras. Era bastante alto y bastante ancho de espaldas. Iba vestido con un abrigo de pieles marrones y en una de sus manos llevaba un hacha casi tan alta como él.
-Míralo es una abominación-dijo el Dal Imur.
-No lo es-replicó Wina.
-¿Cómo? ¿Osas desafiar a tu Dal?-gruñó Imur Wina se calló y agachó la cabeza avergonzada- No sabemos lo que es, debemos sacrificarlo.
-Es un niño, un bebé humano-exclamó Wina-. Sacrificarlo sería un error fatal, es inofensivo. El miedo a lo desconocido le ciega, majestad.
Imur miró a Elsworth, quien miraba a ambos leones con interés y diversión.
-Leona, parece ser que no estás al corriente de las leyendas que cuentan sobre otro niño que nació en el hielo-dijo Elsworth. Wina sabía a lo que se refería, pero no le pareció oportuno contarlo. El niño seguía durmiendo, desconociendo el tema de la conversación que en esos momentos se hablaba.
-Imur, mátalo tú-dijo Elsworth, apartándose.
Imur dio un salto hacia el niño, pero Wina lo empujó cuando estaba en el aire. Wina cayó cerca del niño y gruñó al Dal. Imur se levantó y atacó a Wina, wuién se defendió hábilmente. El bebé se despertó y empezó a llorar. Wina vio sus ojos grises goteando y decidió sacarlo de allí. Agarró la manta del bebé y tiró de ella, cogiendo al niño.
Elsworth e Imur se quedaron mirando cómo la leona huía. Elsworth miró a Imur con decepción. La leona había huido y tenía al niño en su poder, pero aún así Imur se sentía seguro de sí mismo. Levantó una de sus zarpas delanteras y se la enseñó a Elsworth, quien contempló con orgullo la sangre que había en las garras del león.
*          *          *
Wina llegó hasta un lugar cubierto de hielo. No podía más, había perdido mucha sangre y cada vez le costaba respirar más. Dejó al niño en una roca negra cubierta de nieve y cayó al suelo, exhausta. Ni siquiera oyó al niño reír cuando vio la luna en el cielo. Wina murió instantes después, feliz por haber salvado a aquel indefenso niño.
La luz de la luna iluminó directamente al niño, que de repente se transformó en un joven de unos quince años con el pelo blanco, cejas finas y negras, ojos azules como el cielo estrellado y la tez pálida. El joven se levantó del hielo. No tenía frío, pese a estar desnudo. Miró el cuerpo inerte de la leona, se acercó a él y la tocó con la mano. Instantes después, la leona se había convertido en un hurón blanco con dos pequeños cuernos marrones en la cabeza. El hurón abrió lentamente los ojos y miró a su salvador.
-Me alegra devolverte el favor, Wina.
El joven miró al horizonte. Sus ojos brillaron maliciosamente. El hijo del hielo quería venganza.

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