Mi Navidad en 2025.
2025, prácticamente tenía la vida perfecta. Vivía en
Nueva Zelanda, en una casa en mitad de un bosque. Había tenido suerte, puesto
que mi sueño de ser filólogo y trabajar en una universidad se había hecho
realidad, y yo sólo tenía veintisiete años. Estaba saliendo con una chica
llamada Carla desde hacía varios meses. Era una chica maja, guapa, lista,
divertida... en definitiva, estaba buena y era lista. Me enamoré de ella en el
mes de Septiembre.
Aquí, en Nueva Zelanda, en Septiembre es primavera, con
lo cual las Navidades caen en verano. En un principio, creía que eso iba a ser
bueno, bañarnos en el mar y abrir los regalos, comer unas hamburguesas hechas
en la barbacoa y brindar con champán en
el Año Nuevo... pero mis primeras Navidades allí no fueron como yo esperaba.
Digamos que en estos últimos dos años no he tenido unas
buenas Navidades. En 2023 yo estaba estudiando filología en Inglaterra, mi
familia vino a cenar por Navidad, y al final no comieron nada. Por mi parte he de decir que cocino bastante
bien, pero el problema es que no hay quién se coma la comida inglesa. En 2024
acabé la carrera y me mudé a Noruega. Allí decidí ir a esquiar el día de
Nochebuena y hubo una nevada muy fuerte que a mí me pilló en medio de la montaña.
Aquella noche la pasé metido entre la nieve, hasta que un San Bernardo me
encontró y me llevó al refugio. Cuando volví a mi casa, vi que mi madre me
había mandado un mensaje diciendo que no habían cogido el vuelo que les traería
a Noruega porque lo habían cancelado debido a la tormenta. Después de esto me
mudé a Nueva Zelanda, donde no había tormentas de nieve, ni la comida era mala.
Me había instalado en la casa del bosque hacía bastante
poco y le había pedido a mi novia, Carla, que se viniera a vivir conmigo, pero
ella quería que antes la presentara a mis padres. Así que una tarde llamé a
España, con el firme propósito de que mi familia viniera por Nochebuena.
-Hola mamá... Sí, sí, claro que estoy bien... ¿Os
apetecería venir a cenar esta Nochebuena conmigo?... No, en Nueva Zelanda no
hay tormentas de nieve... ¿Qué si quiero que traigas algo? Pues no sé... ¡¿Pero
cómo vas a traer un pavo?! Pero mamá, que estamos a treinta grados por la
noche... Yo no vivo en sitios raros... Bueno Inglaterra no es un país muy
normal... Sí, ya sé que Noruega también... Que sí mamá, que lo que tú digas,
puedes traerte a toda la familia... Ten en cuenta el cambio de hora cuando
vayas a coger los billetes-¿por qué cuando uno se
independiza, las madres se vuelven insoportables? Aquella conversación me
estaba poniendo nervioso así que decidí poner en práctica el truco de la
batidora. Mientras hablábamos fui a la
cocina y enchufé la batidora-¿Qué dices mamá? Lo siento,
no te oigo, creo que te pierdo... ¿mamá?-y
una vez dicho esto, encendí la batidora y coloqué a su lado el móvil. Acto
seguido, colgué.
Dos días antes de Navidad, descubrí que mi novia era una
friki del Señor de los Anillos, porque me llevó al parque de Nueva Zelanda
donde se pueden visitar los escenarios de las películas. Cada vez estaba más
enamorado, con lo difícil que es encontrar una chica a la que le guste el Señor
de los Anillos. Lo que me pareció raro era que, una vez allí, me dijo que ella
celebraba las Navidades de una forma especial.
Por fin llegó el día de Navidad. Primero llegó mi
familia: mi madre, algo enfadada conmigo (se me había olvidado que el truco de
la batidora lo inventó ella); mi padre, deseando conocer a Carla; mi abuela,
que traía turrón sin azúcar; mi tía, con la típica piña que siempre trae a las
cenas familiares y que nos comemos por no decepcionarla; mi hermano, pegado al
iPhone 20, etc. Después llegó mi novia y entonces me di cuenta de a qué se
refería cuando dijo que celebraba las Navidades de forma especial. Mi novia era
demasiado friki del Señor de los Anillos, ya que había venido disfrazada de
elfa o de enana o algo parecido.
Cuando la presenté a la familia, mi abuela pensaba que
era una loca que se había fugado del manicomio, mi padre en cambio me puso cara
de Clint Eastwood y me dijo que saliera al jardín. Yo salí cabizbajo y él con
un enfado de “aquí te pillo, aquí te mato”.
-¿Sabes que tu novia ha venido disfrazada de elfa?
- No es por llevarte la contraria, papá, pero creo que ha
venido disfrazada de hobbit-En la vida llega un momento
en el que uno se hace hombre y planta cara a su padre, lamentablemente ese
momento no llegó. Mi padre me dio un guantazo o como yo lo llamo “torta
preventiva”-¡Ay! ¿Por qué me das? Si yo no he hecho nada...
-Para cuando lo hagas-y
dicho esto se fue al salón. Es obvio por qué lo llamo torta preventiva ¿no? El
resto de la velada fue normalita, nos comimos la odiosa piña de mi tía, pusimos
a mi abuela el culebrón al que está enganchada desde que... no sé si los
dinosaurios existían cuando ella se enganchó al culebrón, mi hermano pegado al
móvil, mi padre enfadado y para colmo mi novia se puso a cantar un villancico
en élfico. Creo que no volveré a tener una Navidad normal en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario