Sr. Director:
He de decir que sus
artículos me parecen patéticos y que por esta razón le admiro muchísimo. Su
periódico no puede hacer nada para empeorar porque entonces ya ni se
publicaría. Estoy casi seguro de que la sección de cultura la escribe Belén
Esteban, pese a que no conoce el significado de esa palabra, “cultura”.
De todas formas, le
escribo esta carta porque me siento indignado y espero que usted, entendiendo
mi preocupación, la publique en su periódico. Yo, como ciudadano español, me
siento traicionado por mi gobierno, un gobierno al que yo voté en unas
elecciones y que salió victorioso gracias a los sufragios recibidos por
personas engañadas como yo. Hoy puedo decir que entiendo la expresión: “Mientes
más que un político en campaña”.
Yo vivo en un municipio
llamado Madrilillo (como Madrid pero en chiquitillo), un pueblo situado entre
Pinto y Valdemoro. El factor que falla en nuestra comunidad es nuestra
alcaldesa. El problema no es lo que hace, sino más bien lo que no hace. Nuestra
alcaldesa no roba dinero público. Es decir, yo estoy verdaderamente indignado.
¿Qué está ocurriendo en el ayuntamiento que no nos quieren contar? ¿Acaso
nuestro dinero es mejor que el de las demás comunidades de España? ¿O es peor y
por eso no merece ser robado como es debido?
Y ahí no acaban los
problemas. Nuestro concejal de empleo está llevando a cabo una medida contra el
paro. Estoy deseando saber quién demonios busca trabajo a día de hoy.
Por lo tanto, me
gustaría que usted, Sr. Director, publique esta carta en el periódico a la
espera de que alguien que se entere de lo que está pasando en nuestro
municipio, responda.
Atentamente,
Gerónimo
Nontiendoná.
* * *
Sr. Director:
Por una vez en
mi vida, los demás periódicos se acabaron y me vi en la obligación de comprar
su periódico. Sin palabras, quiero decir, me lo encontré sin palabras, meras
hojas en blanco a excepción de una en la usted publicó la carta de Don Gerónimo
Nontiendoná. Encontré esa carta apasionante y por eso he considerado que lo
mejor sería exponer mi situación para ver el otro lado de la moneda.
Yo vivo en
Madrid, capital de España, y he de decir que su situación no tiene nada que ver
con la de Madrilillo. Aquí en la ciudad, nos roban hasta los calcetines. Jamás
había visto tanta avaricia junta. Es más, los abuelos ya no echan migas a las palomas
en los parques y éstas, ya sea por avaricia o por gula, atacan a muerte a los
ancianos. Es todo un espectáculo ver estas luchas de gladiadores emplumados
contra bestias con artrosis.
Personalmente, a
mí se me saltan las lágrimas cuando miro al horizonte y veo el Congreso de los
Diputados. He de decir que hablar del gobierno es como hablar de la
charcutería, nuestro tema de conversación giraría entorno a los chorizos. Fíjese
si son rácanos que, a nuestro bien amado Presidente, si se le preguntara por
alguna mujer llamada Mercedes se obtendría como respuesta que la única Mercedes
en su vida es su coche.
Y eso no es
nada. El otro día leí un artículo en el que se entrevistaba a nuestro sabio Ministro
de Educación y se le preguntaba por alguna de sus aficiones. Él contestó que le
encantaba cantar en el idioma de los delfines y el periodista mostró su desconcierto
ante el curioso afán del ministro por cantar a los peces, a lo que el propio
entrevistado corrigió al reportero diciendo que los delfines no eran peces sino
crustáceos. Da gusto que el ministro de educación no sepa que los delfines son
arácnidos.
Tratando el tema
del desempleo, la cola de parados da dos vueltas al edificio donde se encuentra
la oficina de empleo. Me enorgullezco de todas esas personas que se pasan horas
de pie esperando recibir una mínima cantidad de dinero.
Es admirable el
trabajo de nuestros políticos por mantener Madrid y España en la más absoluta
miseria.
Atentamente,
Don Topolino Buenrincón.
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