Escena
1: Heridas que te quitan la memoria.
A
través de la ventana del salón se veía la noche oscura de Madrid. Las farolas
emitían una luz amarillenta que iluminaba las calles de la ciudad por donde
circulaban trabajadores cansados, jóvenes universitarios que habían finalizado
las clases o ancianos que daban un paseo acompañados de sus mascotas.
Sin
embargo Aylin Adams se hallaba sentada en el sofá del salón de su casa sin
mirar a través de la ventana. Estaba corrigiendo los exámenes de la universidad,
ya que ella era historiadora y trabajaba allí, mientras escuchaba música
clásica. Eso la relajaba y la ayudaba a concentrarse. De repente algo rompió su
concentración. Un sonido en la puerta retumbó por el silencio de la casa.
Aylin
se levantó, salió al pasillo, llegó al vestíbulo y abrió lentamente la puerta.
Fuera la esperaba un hombre de estatura media, con el pelo corto, pálido,
ojeras y con una herida en el costado derecho que sangraba intensamente. El
hombre balbuceó algo y acto seguido se cayó sobre Aylin, que trató de
sostenerlo.
-¡Spoore!-gritó asustada. Spoore era su
amigo, un detective privado que vivía con ella. Bueno, más bien ella vivía con
él, ya que la casa inicialmente era de él pero ella se mudó.
Spoore
apareció en el rellano de la puerta tranquilo, sin perder los nervios. Cogió al
hombre en brazos y lo llevó al salón. Lo tumbó sobre la mesa de madera de caoba
y tirando algunas cosas al suelo. Le desabrochó la camisa y le pidió a Aylin
que taponara la herida con la mano. Spoore subió corriendo las escaleras y al
cabo de unos segundos ya estaba de vuelta, llevando consigo un maletín de primeros
auxilios.
-¿Desde cuándo tiene un botiquín de primeros
auxilios?-preguntó Aylin asombrada.
-Siempre me ha parecido una buena idea tenerlo-respondió
Spoore, examinando la herida-. Por suerte es un navajazo y no
parece que haya hemorragia interna. Simplemente tendré que cosérsela.
-¿Pero sabe hacerlo?-preguntó Aylin cada vez más
alarmada. Esta vez Spoore sí la miró, arqueando una ceja. Aylin tragó saliva.
-¿Duda de mí?-a Spoore le había dado otro
ataque de modestia.
El
detective se volvió a concentrar en la herida. El hombre gimió cuando Spoore
empezó a coserle la herida. Aylin le metió un trapo en la boca al ver que el
dolor se le hacía insoportable. Cuando el detective acabó, tenía el chaleco
negro manchado de sangre, al igual que las manos. Aun así cogió al hombre y lo
tumbó en el sillón junto al sofá donde Aylin había estado corrigendo.
Spoore
fue a lavarse y cuando volvió vio que el hombre recobraba el sentido decidió
averiguar algo sobre él.
-¿Cómo se encuentra?
-¿Quién es usted?-el herido parecía desorientado,
asustado, como si viniera de otro planeta y estuviera explorando nuestro mundo.
-Me llamo Dorian Spoore, soy detective y ella es mi
amiga Aylin-explicó Spoore-. Le han herido de un navajazo y
nosotros le hemos curado.
El
hombre movió la cabeza desconcertado y abrió la mano. En ella había un papel,
un recorte de periódico en el que un enorme círculo de tinta rodeaba el anuncio
de Spoore. Spoore lo examinó. Obviamente el herido había llegado a su destino.
-¿Por qué no recuerdo nada? Intento ver mi pasado
pero no hay nada, sólo negro. Me suena el nombre de Arturo... pero no sé si soy
yo o es otra persona...
-Bueno, por el momento te llamaremos así-dijo
Aylin dulcemente. Arturo le dedicó una pequeña sonrisa.
Spoore se
fijó en un papel que llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Lo cogió y lo leyó.
Era un tiquet de una cafetería, concretamente una cafetería que no había muy
lejos de allí. Spoore vio que también tenía una servilleta de la cafetería con
un número de teléfono.
-Escúcheme, a ver si puede recordar algo. Aquí tengo
el nombre de una cafetería en la que ha estado hace escasos minutos, a las ocho
y media. Ha pedido un café con hielo y un donut. Por el número de teléfono en
la servilleta, deduzco que estuvo hablando con una mujer por la que se sentía
atraído pero luego pensó que no merecía la pena y se limpió con la servilleta
sin darse cuenta de que ahí estaba el teléfono-el increíble detective lo había
vuelto a hacer, había vuelto a utilizar sus poderes de deducción para averiguar
algo más sobre aquel hombre.
-Lo siento, pero no recuerdo nada-Arturo
había apretado los ojos fuertemente, como si le costara un gran esfuerzo
recordarlo todo- ¡Espere! Recuerdo la cafetería y
recuerdo un coche acercándose a la acera... y ya está. No recuerdo nada más.
Spoore
asintió con la cabeza. Obviamente había un misterio que resolver. Spoore sonrió
feliz. Tenía trabajo y no había nada que le gustara más.
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