Pringado begins.
Hace mucho tiempo,
pero tampoco tanto.
Querida persona a la que no
conozco:
Tengo dos cosas importantes
que contarte. La primera es en cuestión de amores. Estoy saliendo con una
chica... y, la verdad, no sé si romper con ella. Por una parte quiero, porque
es fea, pero no fea de “poco agraciada”, sino fea de por qué le habrán echado
ácido sulfúrico en la cara. Por otra parte, no quiero, porque es la única que
quiere salir conmigo. Y todo se debe a las redes sociales y a la dichosa calva.
Por otra parte, me siento
decepcionado. Te seré sincero, he crecido a base de mentiras. El otro día
descubrí los orígenes de mi “pringadez”, si esa palabra existe. Todo comenzó
por una persona a la que se la conoce por muchos nombres: Pepe Botella, Manolito
Gafotas, Chupacabra o como yo le conozco, mi padre.
Estuvo durante una semana en
la cama con un cacao y un pedo mental impresionante. Su forma de ser guay y su
chulería se estaban yendo. Necesitaba utilizar gafas de culo de botella para
ver y, cuando veía un libro de mates, sentía la necesidad de resolver sus
ecuaciones. Al ver que no podía controlar ese poder, descubrió en la biblioteca
(había que ser muy pringado en aquella época para ir a la biblioteca), que los
poderes descontrolados se podían controlar con el kung-fu. Decidió marcharse al
Tíbet, en vez de a la mili, para aprender kung-fu. Pero como el Tíbet quedaba
un poco lejos, decidió marcharse a Somosierra, que estaba más cerca.
Tras dos semanas de
aprendizaje, que eso para los adolescentes es como cuatro meses, decidió ayudar
a gente como él con sus poderes, en una sociedad que se regía por el maltrato
de los menores, el contrabando y la falsificación, es decir en el instituto,
que se regía por el abuso de pelotas y abusones hacia los empollones y
pringados, el contrabando de chicles y la falsificación de notas.
Después de pensarlo
detenidamente y decidir ayudar a los demás, se fue al chino y se compró un
traje feo del carajo. Salió en busca de aventuras. Durante unas semanas estuvo
bien, ayudó a que medio curso aprobara matemáticas, ciencias, sociales y muchas
más.
Pero el pobre hombre, se
sentía solo. Los superhéroes no pueden tener novias debido a un rollo que
tienen con los villanos y sus novias o algo por el estilo. Así que para
controlar la hormona se enamoró de sí mismo. Se mandaba mensajitos, se llamaba
(al fijo o al móvil), aunque a veces se hacía el interesante, se llamaba y no
se lo cogía. Él no necesitaba que nadie le dijera si le atraía o no, eso ya se
lo decía él solito.
Pero todo superhéroe tiene
un villano, y el villano de mi padre era el capitán del equipo de lucha libre.
Un día decidieron acabar con su rivalidad y dejar claro quién mandaba. Quedaron
en el patio trasero del instituto y empezaron a pelear. Puñetazo, patada,
puñetazo, patada y entonces ¡toma! Un golpe letal en la entrepierna. ¡Menuda
paliza le habían dado a mi padre! Aquel día mi padre dejó de ser superhéroe.
Conoció a mi madre y ahora viven felices. Pero yo me siento orgulloso de él. Gracias
a mi padre, los pringados pueden pasar a las cafeterías de los institutos, a
los autobuses escolares y pueden intentar ligar aunque las chicas les
desprecien.
Firmado con orgullo:
El hijo del
super-pringado.
P.D: Yo también tengo
superpoderes. Por si a alguna chica le interesa.
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