"Que
alegría morir en la silla eléctrica. Será el último escalofrío. El único que
todavía no he experimentado..."
ALBERT FISH
Clap... clap...
¡Haz que se callen
las palmadas! ¿De dónde vendrán? Yo no puedo ser quien aplaude, las mangas de
mi camisa se enroscan en mí como víboras sedientas de sangre. Seguramente sean
ellos. Me están observando entre las tinieblas de la habitación. No veo ni sus
ojos ni sus cuerpos.
¿Me verían ellos a
mí cuando les atacaba por las noches? ¿Sus cuerpecitos se ponían en tensión al
ver en mis ojos el deseo y el hambre? Los niños siempre me gustaron, estaban
sabrosos... Aquí no me dan de comer y, si lo hacen, los alimentos son verduras
secas y sin sabor. ¡Yo quiero carne! ¡Maldita sea!
El rojo, dulce sabor
del rojo. Su carne en mis dientes chirriantes mezclada con el caldo de sopa
estaba deliciosa. Recuerdo cómo me caía el líquido rojo y caliente por mis
labios embaucadores y endemoniados. Se necesita mucho tiempo para preparar una
buena sopa. Esos policías no daban crédito a sus ojos al recibir mi receta por
correo. Ellos dicen que estoy loco, pero es mentira... El problema es que ellos
nunca han probado su sabor.
Clap... Clap...
Palmadas,
palmadas... ¡Otra vez las palmadas! ¿Por qué se burlan de mí esos niños? No,
estoy seguro de que no son los niños sino ella...
La puerta se abre
con un fuerte chirrido y por ella entra un hombre alto, uniformado con el traje
de guardia. Yo sé que soy el demonio, pero esos hombres insignificantes no son
ni mucho menos ángeles. Simplemente quieren acabar conmigo por mis curiosos
hábitos alimenticios.
Aun así, ese hombre
está muy fuerte. Seguro que si le insulto me dará una buena paliza. El dolor
siempre me gustó, desde los castigos del orfanato hasta las patadas que
lanzaban mis víctimas cuando las cogía entre mis brazos y las atrapaba.
—¿Tienes hijos? —comienzo.
—Estás delirando,
monstruo —quiere evitar mi pregunta. Me mira con repugnancia porque sabe quién
soy y lo que he hecho. Obviamente, tiene hijos. Si no los tuviera me habría lo
habría negado desde el principio.
—Recuerdo ver en las
noticias todos aquellos telediarios en los que padres desconsolados buscaban a
sus hijos por las calles o por rincones abandonados de la ciudad mientras que
yo sabía que no les encontrarían —continuo con la mirada clavada en sus pupilas
llenas de terror y asco—. ¿Cómo les iban a encontrar si yo me los había comido?
Suelto una risotada.
Para muchas personas mis risas se definían como los gritos de los niños que
sucumbían en mi interior. La tensión puede con el guardia y saca su porra del cinturón,
se encamina hacia mí y yo me pregunto si los niños a los que ataqué me verían
venir como yo veo a mi futuro agresor. Claro que para mí lo que sucederá a
continuación será placentero.
El guardia me da en
la cara un golpe demasiado fuerte y bonito como para dejarme sin conocimiento y
vuelve a golpearme y después otra vez y otra y otra... Me siento bien. Cada
golpe me produce un tremendo placer.
Clap. clap.
¿Dónde está ella? Acabada
la faena, el guardia me levanta. ¿Me lleva a verla? Es curioso. Aún recuerdo su
sabor. Su carne estaba tierna y agria. Me pareció muy raro cómo su carne se
reblandeció al morir ella porque cuando momentos antes estábamos jugando, ella
estaba muy tensa.
Ella formó parte de
mi primera sopa... Fue el plato al que menos atención presté, pero el que más
me gustó. Desde entonces siempre he querido reencontrarme con ese sabor.
Clap. Clap.
Las palmadas
resuenan por el pasillo. ¿Estará al fondo de este corredor? ¿Estará al final
aguardando mi llegada?
Sé lo que me espera.
Llevo años jugando con la muerte y ahora aquella a quien yo llamaba amiga viene
a por mí. Al fondo del pasillo veo cómo mi destino silencioso pero amargo me
roza el alma.
Clap, clap.
Ahí está mi trono.
El asiento de Zeus. A su lado está ella, mi niña, con su vestidito blanco
jugando a las palmas, clap, clap, como la primera vez que nos vimos. Clap,
clap, me sientan en la silla y me atan las correas fuertemente a las
articulaciones, clap, clap, se aceleran las palmadas, clap, clap, quiero
llorar, clap, clap, no salen lágrimas, clapclap, no quiero morir, clapclap, luz
resplandeciente. Negro.
Clap... clap...
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